Los primeros japoneses en la Argentina
No puede pensarse un fenómeno tan complejo como la inmigración sin considerar al mismo tiempo el contexto histórico en que ello sucedió. Mi abuelo, o mi padre, vino porque era pobre, o porque quería explorar un mundo con mejores oportunidades, podemos decir, y parece un hecho meramente individual y casual. Sin embargo, la casualidad, como tantas veces, no es sino el nombre con que llamamos a nuestro desconocimiento.
Al efectuar un seguimiento más o menos sistemático percibimos que por esa misma época muchos se encontraban en una situación similar y cumplieron el mismo destino.
Las huellas de un japonés en lo que es hoy el territorio argentino puede ser rastreado hacia fines del siglo XVI. Había finalizado el tiempo de los grandes descubrimientos geográficos y eran los tiempos en que las potencias europeas se lanzaban a conquistar mundos persuasiva o ferozmente.
Según documentos históricos, un nativo de “raza japonesa” pisaba estas tierras en 1596, siendo vendido como esclavo en la ciudad de Córdoba. Ese mismo año, el todopoderoso mandatario Hideyoshi Toyotomi ordenaba su segunda aventura militar por Corea, mandando a la muerte a miles de coreanos y a miles de japoneses, abandonados éstos a su suerte al otro lado del mar. Una vez más, la agresión de Japón a otro país se daba en un contexto en que pueblos enteros eran sometidos por la violencia.
Y Francisco Xapón no era el único caso en el Virreinato del Perú, del que formaba parte entonces el territorio argentino. Hacia comienzos del siglo XVII unos veinte “indios de casta Xapón” residían en Lima, Perú, traídos al Nuevo Mundo bajo la categoría de “esclavos”.
Pasaron luego unos 250 años de aislamiento del Japón. Hacia fines de la era Tokugawa, los primeros en recibir permiso oficial para salir del país eran los artistas ambulantes. Precisamente, hacia principios de la era Meiji, un grupo de artistas de circo se presentaba ante el público porteño.
El primer inmigrante japonés reconocido que se radicó en el país fue Kinzo Makino, arribado en 1886. Su ingreso fue furtivo y se estableció en Córdoba, allí donde Xapón fue vendido y luego recuperó su libertad. Por entonces, la Argentina comenzaba su período de organización nacional, entre cuyos pilares se encontraba la Ley de Inmigración, dictada en 1880, con el fin de poblar estas inmensas y despobladas llanuras.
Sin embargo, las leyes y el ánimo de la clase dirigente fomentaban la inmigración europea y, de ser posible, la del Norte del Viejo Continente.
Luego, dos adolescentes, Yoshio Shinya y Chujiro Toriumi, descendieron de la Fragata Sarmiento en su viaje planetario de instrucción. Son casos atípicos de una historia inmigratoria. Sobre Toriumi no hay casi testimonios; Shinya se convirtió en un prohombre de la colectividad japonesa en el país.
Fueron los primeros inmigrantes arribados tras el Tratado de Amistad firmado entre ambos países en 1898.
Luego, a principios de 1904, dos egresados universitarios fueron enviados por el gobierno japonés: Taifu Furukawa y Sanjiro Marui, iniciando una sólida tradición de practicantes enviados por el gobierno para trabajar en el país.
A su vez, al siguiente año, en 1905, el arribo de Bumpei Takinami da comienzo al ingreso de representantes de casas comerciales japonesas en el país. Takinami no fue un inmigrante en el sentido estricto de la palabra, ya que siempre conservó su sede central en Kobe, manejando desde allí las operaciones comerciales, pero sus descendientes nacieron y viven en el país.
Indirectamente, la migración masiva de japoneses al Brasil, comenzada con la llegada del “Kasato Maru”, en 1908, da un nuevo impulso a la inmigración japonesa ya que cientos de ellos eligen la Argentina como destino final.
De esta manera, la inmigración japonesa al país es básicamente individual, privada y espontánea, a diferencia de otros destinos, como el Brasil o Perú, en donde fue colectiva, estatal y planificada. Esto hace que el criterio para definir el año de inicio de la inmigración se tomen casos aislados como el de Makino o Shinya.
Desde otros países latinoamericanos
En sus inicios, la corriente inmigratoria japonesa en la Argentina estaba conformada básicamente por quienes reemigraban de Brasil y Perú, directamente, o a través de otros países como Bolivia y Chile. Lo mismo sucedería en la segunda posguerra mundial con los inmigrantes llegados a Bolivia y Paraguay.
Ya entre los primeros reemigrantes del “Kasato Maru”, en 1908, se encontraban oriundos de la prefectura de Okinawa. Es por eso que ese año es considerado el del inicio de la numerosa inmigración de ese origen.
A bordo del “Kasato Maru”, que marcó el comienzo de la inmigración japonesa a Brasil, algunas personas que iban a la Argentina incitaban a los inmigrantes diciendo que en este país había un mejor porvenir. Además, los desertores de las colonias que llegaban al estado brasileño de San Pablo recibían de quienes se les habían adelantado informaciones favorables de Argentina, y así seguían descendiendo hacia el sur.
En los contingentes posteriores al “Kasato Maru”, si bien la reemigración a la Argentina no alcanzó la proporción del caso anterior, su número siguió siendo considerable. Sucedió también con el siguiente barco, el Ryojun Maru, que llegó a Brasil el 29 de junio de 1910.
También hubo numerosos inmigrantes que retornaron a San Pablo tras incursionar en Argentina. En ese entonces se estaban acelerando las obras de la nueva línea del Ferrocarril del Noroeste, en el estado brasileño de Mato Grosso, desde Puerto Esperanza, e iban a reclutar obreros a la Argentina.
Muchos japoneses reemigraron a la Argentina desde el Perú. La emigración al Perú se inició en 1899, cuando 790 inmigrantes contratados partieron del puerto de Yokohama a bordo del “Sakura Maru”, de la compañía Morioka. Eran hombres destinados a las plantaciones de caña de azúcar. Pero muchos no pudieron adaptarse al clima, a la comida de las haciendas, y se sucedieron las muertes. También, los conflictos con los empleadores motivaron las constantes fugas de las colonias.
Tras la inauguración en 1910 del túnel internacional del ferrocarril trasandino, los inmigrantes que venían por la ruta del Pacífico ingresaban a la Argentina tomando el tren en Valparaíso. Lo mismo sucedía con aquellos que venían desde el Perú, vía Chile. El control de pasaporte no era en modo alguno riguroso. Los japoneses que viajaban con su pasaporte al Perú podían luego entrar a la Argentina sin ningún impedimento.
Sin embargo, este viaje, que debería ser confortable y sin contratiempos, podía convertirse de repente en una odisea que obligaba a realizar la travesía a pie o a lomo de mula. En invierno los servicios de trenes quedaban imprevistamente interrumpidos, y a los inmigrantes japoneses que no contaban con el dinero suficiente para volver sobre sus pasos y hospedarse en la ciudad, no les quedaba otra alternativa que seguir hacia adelante.
El trabajo de los pioneros
En sus inicios, la corriente inmigratoria japonesa en la Argentina estaba conformada básicamente por quienes reemigraban de Brasil y Perú, directamente, o a través de otros países como Bolivia y Chile. Lo mismo sucedería en la segunda posguerra mundial con los inmigrantes llegados a Bolivia y Paraguay.
Ya entre los primeros reemigrantes del “Kasato Maru”, en 1908, se encontraban oriundos de la prefectura de Okinawa. Es por eso que ese año es considerado el del inicio de la numerosa inmigración de ese origen.
A bordo del “Kasato Maru”, que marcó el comienzo de la inmigración japonesa a Brasil, algunas personas que iban a la Argentina incitaban a los inmigrantes diciendo que en este país había un mejor porvenir. Además, los desertores de las colonias que llegaban al estado brasileño de San Pablo recibían de quienes se les habían adelantado informaciones favorables de Argentina, y así seguían descendiendo hacia el sur.
En los contingentes posteriores al “Kasato Maru”, si bien la reemigración a la Argentina no alcanzó la proporción del caso anterior, su número siguió siendo considerable. Sucedió también con el siguiente barco, el Ryojun Maru, que llegó a Brasil el 29 de junio de 1910.
También hubo numerosos inmigrantes que retornaron a San Pablo tras incursionar en Argentina. En ese entonces se estaban acelerando las obras de la nueva línea del Ferrocarril del Noroeste, en el estado brasileño de Mato Grosso, desde Puerto Esperanza, e iban a reclutar obreros a la Argentina.
Muchos japoneses reemigraron a la Argentina desde el Perú. La emigración al Perú se inició en 1899, cuando 790 inmigrantes contratados partieron del puerto de Yokohama a bordo del “Sakura Maru”, de la compañía Morioka. Eran hombres destinados a las plantaciones de caña de azúcar. Pero muchos no pudieron adaptarse al clima, a la comida de las haciendas, y se sucedieron las muertes. También, los conflictos con los empleadores motivaron las constantes fugas de las colonias.
Tras la inauguración en 1910 del túnel internacional del ferrocarril trasandino, los inmigrantes que venían por la ruta del Pacífico ingresaban a la Argentina tomando el tren en Valparaíso. Lo mismo sucedía con aquellos que venían desde el Perú, vía Chile. El control de pasaporte no era en modo alguno riguroso. Los japoneses que viajaban con su pasaporte al Perú podían luego entrar a la Argentina sin ningún impedimento.
Sin embargo, este viaje, que debería ser confortable y sin contratiempos, podía convertirse de repente en una odisea que obligaba a realizar la travesía a pie o a lomo de mula. En invierno los servicios de trenes quedaban imprevistamente interrumpidos, y a los inmigrantes japoneses que no contaban con el dinero suficiente para volver sobre sus pasos y hospedarse en la ciudad, no les quedaba otra alternativa que seguir hacia adelante.
Consolidación de ocupaciones independientes
La actividad de los cafés fue la primera gran actividad independiente de los inmigrantes japoneses, que provenían del trabajo en las fábricas, el servicio doméstico y del mismo trabajo como empleados de otros cafés. “En general, hasta ese momento no había más remedio que trabajar quitando óxido en los talleres Rocha, del barrio de Barracas. El jornal era poco, pero como no podíamos vivir sin eso, nos dedicábamos a sacar óxido a golpes de martillo, con el cuerpo todo negro.
El señor Kaihara tenía un café y, para nosotros, que llegamos del Brasil, fue una salvación”, recordaba Keiko Inoue, de la prefectura de Saga, ingresado al país en 1916, proveniente del Brasil. Inoue luego fue propietario de un café en Concordia, Entre Ríos.
Si bien los primeros cafés regenteados por japoneses datan de 1912, dos años después se abrió el café Tokio, el primero que permaneció en el tiempo, bajo la sociedad de Masato Kamachi, de la prefectura de Kagoshima, y de Kumazo Kaihara y su primo Katsuji Hirai, de la prefectura de Saga.
En general, los primeros propietarios de cafés comenzaron como peones o lavacopas, primero, y como mozos, después, de los locales de la cadena de cafés El Paulista en todo el país, propiedad de un brasileño, quien manifestaba simpatía hacia los japoneses.
Paralelamente a los cafés, otra actividad cobró popularidad entre los japoneses: la tintorería, hasta el punto de que con el correr de los años se consolidó como sinónimo de “japonés” en la Argentina hasta finales del siglo XX. Según los registros, los pioneros en el rubro fueron Hatsutaro Kotani, de la prefectura de Tottori, y Tsuta Nakamura, de Kumamoto, quienes iniciaron la actividad hacia 1912.
Pese a su denominación, en principio eran pocos los que se dedicaban al teñido, siendo más propiamente talleres de lavado y planchado, labores que se hacía en forma manual, hasta que comenzó la progresiva introducción de máquinas específicas. Sin la necesidad de un gran capital ni de un particular conocimiento del idioma, pareció adecuarse perfectamente a la laboriosidad y habilidad manual del carácter japonés.
Según el profesor Marcelo Higa, nisei argentino y profesor universitario en Japón, la imagen positiva de limpios, educados y diligentes que habían forjado los japoneses empleados en el servicio doméstico contribuyó sobremanera a la aceptación del servicio de tintorería nipona. Los mismos que se dedicaban al rubro se ocuparon de destacar su nacionalidad y pronto su actividad se expandió por diversas urbes del país.
El carácter mismo del género coadyuvó a la expansión, no sin causar conflictos por la excesiva competencia en espacios reducidos, tanto entre los connacionales como con los argentinos. Esta difusión aparejó, de hecho, la masificación de la actividad, ya que hasta ese momento se consideraba que el servicio era esencialmente para las clases acomodadas.
Agricultura en las pampas
Ya porque obedecian a los lineamientos de la politica inmigratoria argentina, o porque realmente pertenecian a sectores rurales desplazados por la modernizacion que significo la era Meiji, la gran mayoria de los japoneses vinieron con el objetivo de dedicarse a la agricultura, con el sueno de poseer estancias en las abrumadoras extensiones de la pampa.
Unos pocos lo lograron, como Seizo Ito, Seiya Komatsu, Yoshizo Suzuki, Goro Uno, etc. Muchos otros trabajaron alguna vez en estancias, como peones, jardineros, cuidadores, etc. El doctor Ito, casado con una alemana, a quien conocio en su temporada de estudios en Alemania, apenas llegado al pais llamo a un grupo de ocho japoneses, todos tecnicos agricolas, con el fin de construir una “estancia ideal”, como decia.
Sin embargo, Ito desistio ante las voces que le senalaron la inconveniencia de trabajar con tantos japoneses juntos, y solo empleo a dos de ellos. Uno de ellos, Komatsu luego se independizo y administro su propia estancia.
Sin embargo, ya mas acorde con la escala que acostumbraban, en general los japoneses se destacaron en la horticultura y la floricultura.
El primer antecedente de una quinta horticola de japoneses data de 1910, cuando varios japoneses arrendaron un terreno en Tristan Suarez, al sur de la provincia de Buenos Aires, para cultivar repollo, papa, zapallo, coliflor, etc.
Luego, a fines de 1911, un grupo de 16 japoneses se dedicaron al cultivo de hortalizas, asi como de frutales, como la manzana, en la estancia Juancho, de propiedad del terrateniente Carlos Guerrero, ubicada a 350 kilometros al sur de la ciudad de Buenos Aires, cerca de la costa atlantica. Sin embargo, una demanda relativamente escasa y las dificultades de transporte abortaron pronto la empresa.
Los ultimos en desistir del intento de la estancia Juancho, hacia 1913, fueron Seizo Hoshi, Gempachi Matsumoto y Kihachi Sugano, integrantes del grupo del Kasato Maru, quienes inmediatamente se dirigieron hacia la zona de Florencio Varela para continuar con la horticultura. Hoshi finalmente se radico en la provincia de Mendoza en 1918.
En ese mismo ano de 1913, Kurajiro Ishikawa, Yoshizo Suzuki, Miyao Watanabe y Gengo Iwazumi iniciaron la actividad en un terreno proximo a la estacion de Adrogue, en el sur del conurbano bonaerense. Ishikawa, oriundo de la prefectura de Ibaraki, habia egresado de la Escuela Superior de Agricultura de Morioka, en donde tuvo como profesor a Seizo Ito, y junto con Iwazumi integraba el grupo de ocho inmigrantes llamados por Seizo Ito para trabajar en la estancia de este.
Tras la disolucion de la sociedad, Ishikawa se afinco definitivamente en Burzaco, localidad vecina a Adrogue.
La tesonera labor de estos inmigrantes contribuyo al aumento de las verduras en la dieta cotidiana de un pueblo eminentemente carnivoro.
Los pioneros japoneses en la floricultura argentina, rubro tambien identificado con la colectividad, en general comenzaron ya desde principios del siglo XX como jardineros de familias acomodadas argentinas o en el Jardin Botanico Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. El propio Shigeru Takaichi, el pionero por excelencia de la floricultura en la Argentina, trabajo temporalmente en el Jardin Botanico, con Kohei Shibahara, pese a su nulo conocimiento del idioma.
Ambos abrieron el primer vivero de los japoneses en el pais en 1919, en la calle Pedro Goyena 1374, de la Capital Federal.
En 1918 llego Kuhei Gashu, el otro gran floricultor por excelencia de la colectividad. Oriundo de Hokkaido, se caracterizo por su espiritu investigativo. Al principio penso en dedicarse a la fruticultura en la provincia de Mendoza, pero finalmente se dedico al cultivo de las flores en Buenos Aires. En sociedad con Kazuyoshi Tanaka, de Hyogo, establecieron el Jardin Meiko en 1921.
Gashu impulso en 1928 la Asociacion de Floricultores Japoneses de la Argentina, que editaba su propio organo, Floricultura de la Argentina. Fue en el numero de enero de 1929 que propuso la creacion de una villa de floricultores japoneses en el pais, eligiendo para tal proposito la localidad de Escobar, que era entonces un paraje desolado a unos 50 kilometros al norte de la Capital.
Gashu establecio alli su vivero de produccion y en la localidad se instalo a mediados de ese ano Suejiro Hisaki, de Hokkaido, en forma asociada con un vecino de apellido Sanguinetti, quien puso el capital. Estas iniciativas fueron el origen de un nucleamiento importante de japoneses que harian de Escobar, la capital nacional de la floricultura.
En un pais en que las flores eran un articulo de lujo, los floricultores japoneses que sucesivamente se fueron instalando contribuyeron a su difusion masiva, hasta hacer que la ciudad de Buenos Aires fuera una de las ciudades de mayor consumo per capita del mundo. Solia contar Gashu que en sus comienzos muchos, incluyendo japoneses, se reian si con semejante actividad podia uno ganarse la vida.
Intentos de colonización japonesa
La poblacion nipona en el pais siempre fue escasa, en comparacion con otros paises en donde hubo acuerdo migratorio oficial, como en el caso de Brasil, por ejemplo. En lineas generales, nunca supero el 0,01 por ciento del total de una poblacion que de por si siempre se caracterizo por su escasa densidad en proporcion a las grandes extensiones de su territorio.
Ademas, la colectividad termino concentrandose en su gran mayoria en la Capital Federal y sus alrededores, como ocurrio con el resto de las comunidades de inmigrantes y con la poblacion en general. Puede decirse, de todos modos, que los inmigrantes japoneses probaron suerte en los mas diversos rincones del pais. Recordemos que en 1910 el ministro Hioki, representante diplomatico en el pais, informaba que en un ingenio azucarero de Rosario, trabajaban entre 140 y 150 obreros japoneses.
Ellos, cuyo ingreso en general no habia sido registrado, conformaron la base del importante nucleamiento de la colectividad en el interior.
Segun el censo nacional argentino de 1914, vivian en el pais un total de 1007 japoneses. La opinion generalizada es que serian muchos mas; hay quienes arriesgan que por lo menos habia el doble de esa cifra. De aquel total correspondian 664 a la Capital y la provincia de Buenos Aires, es decir, un 66 por ciento.
Siempre segun dicho censo, habia tambien 122 japoneses en la provincia de Jujuy. Estos habian desembarcado en el puerto de Buenos Aires el 14 de mayo de 1914, procedente de Brasil, y fueron a trabajar al ingenio azucarero Ledesma, de esa provincia nortena.
Ademas de los japoneses dedicados a la horticultura y la floricultura en la provincia de Buenos Aires, varios se dirigieron para dedicarse a la actividad pesquera a la zona de Mar del Plata, por entonces tranquilo pueblo portuario de unos 600 habitantes.
Convencidos de las bondades de una actividad dominada por inmigrantes italianos y espanoles, adquirieron el barco Jorge Newbery y a principios de 1920 fundaron la Pesquera Argentino-Japonesa. Lo promisorio de las actividades iniciales estimulo la creacion en poco tiempo de tres empresas pesqueras, tambien de capital reducido.
Tambien en el territorio nacional de Misiones, cuando aun no era provincia, habia algunos japoneses por esa epoca, como Zenkichi Kashiwagi, llegado de Brasil en 1914.
Pero quien impulso la colonizacion japonesa de Misiones fue Seinosuke Tanaka, de la prefectura de Kagoshima, quien en 1915 recorrio la zona y, convencido de que era el lugar ideal para sus compatriotas, comenzo las gestiones para la creacion de una colonia. Si bien estas finalmente no prosperaron, su fervorosa propaganda entusiasmo a un inmigrante de Hokkaido, Tokuji Kairiyama, quien sentaria las bases de la colectividad en la region.
Por su situacion limitrofe con Paraguay, Misiones tambien recibio muchos inmigrantes llegados originariamente a la colonia La Colmena del vecino pais, tras su establecimiento en 1936. Ya en la posguerra, fue tambien el lugar en que se creo la primera colonia oficial japonesa, Garuhape.
Tambien en la vecina provincia del Chaco existieron iniciativas colonizadoras que involucraron a japoneses, con suerte dispar.
En el Chaco hubo un impulso del gobierno nacional argentino a principios de la decada del 20, cuando se creo la colonia Velez Sarsfield, de 26.250 hectareas, con el fin de promover el cultivo de algodon. Luego, en 1924, alisto un tren especial, invitando a los agregados comerciales de las representaciones diplomaticas de diversos paises acreditados en la Argentina. Chukichi Ishii, el de la legacion japonesa, se entusiasmo con la idea y comenzo una activa propaganda.
Entre los primeros que se radicaron alli para cultivar el “oro blanco”, como se lo llamaba, fueron Taisaburo Kamijo y Kiyosaku Kobayashi, arribados en 1915. Sin embargo, el abrupto descenso del precio del algodon, las plagas de langostas, las condiciones de vida infrahumanas, la inseguridad por los delitos, etc., hicieron que el proyecto fracasase.
Las tierras de esta colonia fueron vendidas y se compraron 250 hectareas en la provincia de Corrientes: la Colonia Toyoda, adonde se dirigieron varios colonos japoneses, aunque finalmente solo quedo Kiyosaku Kobayashi.
En la provincia de Mendoza, en donde se crearia en la posguerra la segunda colonia oficial japonesa ?la colonia Andes?, tambien hubo japoneses desde epocas tempranas, si bien no todos los nombres han quedado registrados.
Recordemos que la provincia de Mendoza limita con Chile y fue el paso obligado de quienes entraban por el Pacifico, cruzando la cordillera, muchas veces a pie o a lomo de mula. En agosto de 1913 llegaria a la provincia para oficiar de chofer Sampei Maeda, de Kumamoto, integrante del Kasato Maru, que habia arribado al pais en 1910.
Sin embargo, el gran personaje de la inmigracion nipona en la provincia es indudablemente Seizo Hoshi, de Fukushima, integrante del Kasato Maru que fue a Brasil en 1908, desplazandose ese mismo ano a la Argentina. Tras una azarosa vida junto a su esposa, se radicaron finalmente en Mendoza en 1918, contratado como encargado de una finca fruticola de 400 hectareas en la localidad de Los Nogales, llegando luego a administrar junto con otras fincas un total de 1.000 hectareas.
La provincia mediterranea de Cordoba conto con la existencia de japoneses desde la radicacion de Makino Kinzo, el primer japones reconocido en el pais, quien llego a la provincia en 1888 y comenzo a trabajar en el Ferrocarril Central Argentino. Tambien lo hicieron otros, como “Jose” Kogaki en 1897, que se desempeno como carpintero. La existencia de estos pioneros motivo que fueran el sitio de transito de japoneses.
En 1922 se fundo la filial Cordoba de la Asociacion Japonesa en la Argentina (AJA), con una treintena de socios. La zona serrana de Cosquin, por sus caracteristicas climaticas, ya era conocida como lugar de tratamiento del flagelo de la tuberculosis. Muchos japoneses que la padecian fueron alli y se hospedaron en la pension de los hermanos Fushimi.
Luego se constituyo el Hogar para estos enfermos, con el nombre de Fundacion Cosquin, en 1931, a raiz de la iniciativa de inmigrantes como Saichiro Onishi, Yukie Maekawa, Tadanao Yamazaki y Koichiro Aoki.
Hacia el desastre bélico
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la colonia japonesa radicada en la Argentina no sufrio la persecucion que existio en otros paises del continente americano, en donde surgieron virulentas campanas antijaponesas.
Asi, miles de inmigrantes alemanes, italianos y japoneses fueron deportados a campos de concentracion de Estados Unidos y sus bienes fueron expropiados en Canada, Peru y otros doce paises latinoamericanos, cuyos gobiernos declararon prontamente la ruptura de relaciones diplomaticas con dichos paises, integrantes del Eje.
El gobierno argentino, en cambio, habia manifestado la firme voluntad de mantener la neutralidad a ultranza desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta casi su finalizacion, debido, entre otras causas, a la conveniencia economica como pais agroexportador y a su secular lazo con Europa. Debe destacarse tambien el tradicional sentimiento antiestadounidense que animaba a los argentinos.
A medida que la situacion belica evolucionaba desfavorablemente para los paises del Eje, la presion ejercida por los paises Aliados, especialmente Estados Unidos, hizo que el gobierno argentino debiese romper relaciones diplomaticas y finalmente declarar la guerra a Japon y Alemania el 27 de marzo de 1945.
Entonces, se tomaron algunas medidas, como la detencion y deportacion de los representantes diplomaticos, asi como de los medios de prensa y de las firmas comerciales de los paises del Eje, sospechados de espionaje. Tambien se embargaron los bienes de las empresas de dichos paises, colocandolas en el ambito de una Junta de Vigilancia de la Propiedad Enemiga. Lo mismo ocurrio con las instituciones educativas.
Ademas, se establecio la obligatoriedad para las personas mayores de 14 anos de presentarse una vez por mes en las comisarias de su jurisdiccion y de solicitar permiso para realizar viajes de cierta duracion. De todos modos, con la excepcion de casos mas o menos puntuales, conforme a los intrincados vaivenes de la situacion politica internacional, no hubo un control estricto para el cumplimiento de las directivas por parte de las autoridades nacionales.
Por ejemplo, las asociaciones escolares organizaron programas de ensenanza privada de los idiomas japones y aleman en casas de particulares, sin ser mayormente incomodados por las fuerzas del orden. Y en general, los testimonios de quienes vivieron aquella epoca coinciden en recordar que, mas alla de rumores o de alguno que otro allanamiento, no fueron victima de hostilidades especiales.
Ademas del caracter amistoso del pueblo argentino, es menester recordar el renombre de honestos, laboriosos y respetuosos que se habia forjado la reducida colectividad japonesa en el pais. Esta simpatia se hizo particularmente notable durante la gestion del gobierno de Peron, quien arribo a la presidencia en 1946, pero su influencia y el de su grupo, muchas veces criticado como fascista, habia comenzado varios anos antes.
El impacto de la derrota en la guerra, las noticias de la devastacion de sus pueblos fueron, sin duda, traumaticos para los residentes en el pais, que no podian tomar contacto directo con sus familiares del Japon, debido a las restricciones impuestas por las fuerzas aliadas de ocupacion.
Sin embargo, no existio la conmocion interna sufrida en otros paises, como Brasil, por ejemplo, en donde la colectividad japonesa se dividio en dos bandos: los que aceptaban la derrota y los que no, iniciandose una serie de asesinatos de compatriotas, en una de las causas mas complejas de la historia judicial del vecino pais.
El caracter individual y espontaneo de la inmigracion japonesa en la Argentina, a diferencia del colectivo y planificado que tuvo en paises como Brasil, hizo que su asentamiento fuera disperso y se orientara principalmente a los centros urbanos, y no en colonias de zonas rurales.
De esta manera, los inmigrantes mantuvieron permanente contacto con los argentinos y bien que mal estaban al tanto de lo que sucedia en el frente de batalla a traves de los medios nacionales de prensa, aun cuando los diarios de la colectividad fueron prohibidos.
Aun con las instituciones de la colectividad intervenidas por el estado nacional, los inmigrantes canalizaron su afan de socorrer a los desvalidos compatriotas, organizando una campana de ayuda con el fin de enviar articulos de primera necesidad. Ademas de los cargamentos enviados por la colectividad, fueron tambien significativos los de la Fundacion Eva Peron, encabezada por la primera dama, quien realizo una gigantesca obra de ayuda a diversos paises de todo el mundo.
Tambien, en momentos en que los japoneses no podian salir de su territorio, miembros de la colectividad iniciaron un movimiento tendiente a repatriar a aquellos hijos de inmigrantes nacidos en Argentina. Estos habian sido enviados al Japon con el fin de que recibieran educacion o simplemente para esperar el retorno de sus padres. El permiso fue otorgado en 1947.
Desde principios del ano siguiente comenzaron a llegar, no solo los hijos de inmigrantes, sino tambien otros familiares cercanos de residentes en el pais. Esto convirtio a la Argentina en el primer pais del mundo en abrir sus puertas a la emigracion japonesa luego de finalizado el desastre belico.