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Los hermanos Otaka recibidos por su padre en el puerto de Buenos Aires, en 1950. Hasta obtener el permiso pasaron tres años. “Había realizado gestiones a través de abogados, la iglesia católica y la Cruz Roja pero todo fue inútil. Aunque la repatriación podría haberse logrado con los gastos pagados por el gobierno, finalmente pagué por mi cuenta los pasajes de los tres para hacerlos regresar”, recordaba el padre.