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Aquellos inmigrantes que abandonaron las haciendas al culminar sus contratos o fugándose por incumplimiento de lo acordado en sus contratos buscaron mejor suerte en las ciudades, donde comenzaron a trabajar en el negocio ambulatorio, principalmente.
Una vez que lograban reunir capital pusieron negocios que no requerían una gran inversión como peluquerías. Posteriormente aparecieron las bodegas, restaurantes, camiserías, relojerías, entre otras.
Con el correr del tiempo fue acentuándose esta tendencia hasta que más del 80 por ciento de los inmigrantes japoneses se había establecido en las zonas urbanas, fenómeno éste que le proporcionó a la colectividad japonesa la oportunidad de participar más positivamente en los diversos sectores de la vida peruana.